sábado, 16 de abril de 2011

Octorina Zamora, líder wichí, pide por una beca indígena con garantías.

Por estos días la reconocida dirigente indígena wichí, de la
comunidad de Honhat Le Les de Embarcación, Salta, Octorina Zamora, ha
iniciado un reclamo frente al anexo del congreso. Este reclamo tiene por fin
exigir una beca para que una de sus hijas pueda estudiar en la Universidad
de Buenos Aires.

Octorina ha instalado una carpa frente al edificio y afirma que no se
moverá de allí hasta que le den una solución a su demanda. Ha pedido una
beca para que su hija menor pueda estudiar Odontología en la UBA porque
no tiene recursos económicos para respaldarla ella. La universidad le pide
un certificado de indianidad para otorgarle tal "beneficio". El hecho pone de
manifiesto una situación generalizada entre las comunidades indígenas y los
originarios que viven en la ciudad: somos pocos los que podemos acceder a
una formación profesional. Los indígenas sufrimos, a la par que los
trabajadores y campesinos más explotados del país y de latinoamérica, la
creciente pauperización con que se cobra el sistema capitalista sus deudas.

En este sentido, no es, el reclamo de Octorina, un pedido
"individual", ni menor, el acceso a la educación en todos sus niveles, debe
tomar un lugar visible junto con los tantos puntos que engrosan las listas de
las legítimas demandas indígenas en nuestro continente. Son necesarios, en
este siglo 21, los profesionales indígenas que acompañen con su
conocimiento formal las luchas por la conservación de los saberes
ancestrales de los pueblos originarios. Son necesarios los profesionales que
puedan documentar el saber de los ancianos, son necesarios los
profesionales que hagan más visibles y viables las peleas por las tierras.
Son necesarios los profesionales que trabajen en la conformación de otra
educación intercultural bilingüe que no sea la impuesta por el mismo
sistema que excluye.

Octorina pone el acento también en un estado de cosas que
perjudica a un amplio sector del estudiantado: las becas que la universidad
otorga, son asistencialistas, no hay becas con garantías. Las becas de 600
pesos son las más altas que se otorgan, eso no alcanza para que un
estudiante pueda asegurarse su educación. La dirigente entonces, entre
otras cosas, viene con la propuesta de que el estado contribuya a la
conformación de una casa para estudiantes indígenas en donde puedan
alojarse quienes provengan de las comunidades.

Pasa otro tanto entre los estudiantes indígenas de las ciudades.
Quienes adscriben a una identidad indígena en la urbe, no pueden solicitar
una beca que atienda a su identidad porque no forman parte de una
comunidad originaria con personería jurídica. Aunque siguen
multiplicándose los antropólogos foráneos que viven gracias a los papers
que escriben, con ayuda de las comunidades, sobre sus saberes. No hay
reciprocidad.

No solo la situación de los originarios, sino de todos los sectores
empobrecidos que quieren acceder a la educación ha sido y es
discriminatoria y excluyente en Argentina, la educación es pública, pero no
gratuíta. Los sistemas de becas, siempre exageradamente burocratizados,
denotan los vericuetos del sistema para dejarnos afuera todo el tiempo.
Quizás la cuestión que plantea Octorina Zamora, puede verse como la
punta del iceberg para que nos sentemos a pensar en otro modelo de beca
y en otros sistemas facilitadores del acceso a la educación que no sean los
de siempre.

Melina

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